Al nacer fue consagrado a la Virgen María y, “cuando apenas sabia balbucear alguna palabra, al sonar el Ángelus, instintivamente, sin que nadie me lo dijese, juntaba las manos y recitaba el Ave María”
En épocas de persecución y siendo aun pequeño, se transformó en Apóstol de María, a quien amó antes de conocerla, disfrutando al hablar de Ella y rezando cuanto quisiera.
Esta devoción a la Santísima Virgen, así como su piedad y la oración contante; especialmente el Santo Rosario, lo hicieron sacerdote.
Que su modelo de piedad y su amor a la Santísima Madre guíen los pasos de los sacerdotes que acompañan a diario a toda la comunidad del Instituto superior santa Catalina.